Una sensación de plenitud y bienestar suele atravesarme cuando estoy con los demás. Cuando tomo conciencia de mi ser (y hacer) social. No podemos ser sin los otros, y eso queda bastante claro, bah, o no tanto, porque todo el tiempo actuamos como si sólo importáramos nosotros. Debe ser este moderno modo de vida consumista, donde sólo parecemos ser felices teniéndolo todo. O buscándolo (¿una genuina utopía después de todo?). Pero ya lo dijo Moe: “los ricos nacen, viven y mueren creyendo que son felices, pero créanme, no lo son”. ¿Qué vacío pretendemos llenar? Algunos dicen la conciencia de separatividad del mundo o de la mismísima muerte (¿los únicos privilegiados en el reino animal?). Volviendo al “tener”, utilizamos a las demás personas (como medios) para obtener aquellas cosas que tanto deseamos (nos “cosificamos” dijo un filósofo, creo que Heidegger) y así nos enredamos en un círculo vicioso de nunca acabar. A menos (bis), que logremos despertar (¡riiiinngg!) y ser concientes de nuestra libertad y entonces actuemos y vivamos acorde a ella. Esa libertad que nos permite amar -para mí, amor y libertad son dos caras de la misma moneda- al mundo en vez de intentar poseerlo. Aún quedan al alcance de la mano, ciertas reminiscencias de nuestra libertad animal. Puedo sentirlas en el olor a tierra húmeda o a pasto mojado, o en el arrullo de las palomas.
PD: Me declaro anche culpable de los cargos que denuncio.
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