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Siento que
el tiempo no me alcanza, pero peor aún, que hago un mal empleo del mismo. No
pido grandes cosas; correr, leer, estar al aire libre, con gente. Y no parece tan difícil
ahora que lo leo. Concretamente, en estos días me dieron ganas de aprovechar el
clima primaveral y leer, aunque sea unas páginas, en la
Plaza San Martín, que siempre está llena de
vida (perros, abuelos, parejas adolescentes, estudiantes, palomas; ¡es fabuloso!), o en su
defecto en cualquier plazoleta o espacio verde que haya. Lograr eso una tarde
de éstas sería tocar el cielo con las manos. También quiero recuperar el estado
físico y el ritmo saliendo a correr. Me he dado cuenta que soy algo
endorfinodependiente. Y además poder estar con la gente, con mi gente (en
singular y en plural, aunque gramaticalmente no corresponda, creo). Es sólo en
mi relación con los demás, con el otro -y en esto siento ser reiterativo- que
podría decirse que me siento pleno. Y bueno, no está de más dedicarse un poco a
los quehaceres domésticos, a la casa, a las compras. Lo que queda, lo cedo
generosamente al trabajo.
He
descubierto que me gusta mucho escribir, que me hace bien; y me ayuda a pensar,
a formular ideas. En otras palabras, me enriquece sobremanera. Por eso, si bien
procuraré acotar mis actividades virtuales, quiero continuar escribiendo,
aunque intentando no emplear demasiado tiempo. Y creo que es un ejercicio que
se puede lograr. Queda en el tintero un análisis más profundo de por qué la
gente hoy en día pasa tanto tiempo sentada frente a una pantalla. Y sobre las
redes sociales, que aún no comprendo si nos conectan o desconectan.
Es momento
de ir a correr.