El asunto fue el siguiente: habiendo tocado el turno a cada
uno de mi equipo para atajar, llegó el momento de la segunda ronda. El primer
arquero repitió, pero el segundo se hizo esperar; tanto, que finalmente decidí
tomar yo el turno para que el primero pudiese jugar. Ya entonces tenía dudas.
¿Por qué ir yo al arco si le corresponde a los otros? Bueno, para hacerle un
favor al pobre primer arquero. El caso fue que estuve bastante tiempo en el
arco -atajé bien y tuve (¿buena o mala?) suerte- y como el tiempo pasó en
cantidad, decidí pedir el relevo. Nadie respondió. Los que había “favorecido”
con mi acción, me devolvían ahora una total indiferencia. Volví a preguntar
algunas veces más hasta que desistí y seguí atajando como si nada. Por fin, uno
de los chicos –justo al que menos le correspondía- me reemplazó en el arco y
volví a jugar. Pero la inquietud ya había sido sembrada. ¿Por qué hago estos
favores si así me pagan? Si al que le toca no quiere atajar, que se arregle el
arquero; yo cumpliré con mi turno en su debido tiempo.
Mañana de nuevo a la cancha, a la misma cancha. Ah, y los
mismos jugadores. ¿Cómo voy a actuar? ¿Dónde entran Kant y la moral en todo
esto? ¿De qué juegan? (¿De "2"?) Se supone que uno debe actuar siempre movilizado por la
buena fe. “No hagas lo que no te gustaría que te hagan”. U, “obra sólo de formaque puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal”.
Yo atajé porque pensé que no era justo que el primero siguiera atajando (estuvo
en el arco no sólo por dos goles, sino por varios), y me hubiera gustado que
hagan lo mismo por mí. No sólo no fue así, sino que además me ignoraron cuando
hice explícito mi deseo de jugar. Más
que en la ética kantiana, ahora recuerdo y pienso en las normas “morales” propias
de muchas especies animales: el altruismo recíproco de Trivers, donde "hoy por ti, mañana por mí –pero sólo si mañana
por mí-". Pensándolo mejor, se trata de si vale la pena ser fiel a uno mismo,
aunque ello implique pasar un mal momento y ser víctima de la injusticia. Yo
esta vez fui fiel, y pasado el momento de calentura, tengo ganas de seguir
siéndolo. ¿Volveré a ser el justiciero
de los arcos? ¿O jugaré tranquilo hasta que sea mi turno?
Ayer fui a jugar. Antes de encontrarme con el grupo, le
conté del asunto a un amigo y su respuesta fue lapidaria: “Yo no tengo dudas;
siempre voy a preferir atajar si es para beneficiar a un amigo”.
Nota: Aunque "basado en hechos reales", éstos sólo sirvieron de inspiración para desarrollar este mini-relato y las ideas aparejadas; no se intenta emitir malintencionadamente juicios morales contra mis queridos amigos futboleros del (ex) "Caño".