miércoles, 14 de marzo de 2012

Pies descalzos, sueños blancos

Pienso que el mundo comenzaría a cambiar radicalmente con tan sólo erradicar todo tipo de calzado; con tan sólo caminar descalzos. Comenzaríamos a reconectarnos, directamente, íntimamente, sin intermediarios -o mejor dicho, barreras-, con la tierra y con La Tierra, con nuestra naturaleza y con La Naturaleza. Con el tiempo sentiríamos la necesidad de erradicar el pavimento, el asfalto, y todo tipo de cobertura -artificial- de nuestro suelo, tan rico y lleno de vida, de energía, de colores, formas y sustancias. Felizmente (al menos para mí), no habiendo superficie apropiada para la circulación de los autos, con el tiempo estas máquinas se irían volviendo obsoletas, perdiendo la gente gradualmente el interés en ellas, hasta su inexorable extinción. Desaparecido este becerro de oro moderno, nuestra mente se liberaría (un poco) y nuestros ojos se alzarían, encontrándose con los de otra persona, con los de un perro, con un árbol, con un río.

(Escrito esto, vienen a mi mente algunos versos de la canción de Shakira, "Pies descalzos, sueños blancos", y caigo en la cuenta de que tienen mucho en común con este párrafo. Canción que redescubro, sorprendido, y que ostenta una letra rica y profunda, disimulada en el ritmo pegadizo de su melodía. Aquí el link del video del tema, que recomiendo: http://www.youtube.com/watch?v=H0HsoXQKTkE&feature=fvst.) 

lunes, 12 de marzo de 2012

Nueva extensión de la línea K(ant)


“El hombre como fin; nunca como medio”. Creo haberle dado una vuelta de tuerca más a esta expresión, una de las varias formas de enunciar el imperativo categórico kantiano. Y si no es una vuelta de tuerca, al menos me sirvió de inspiración y disparador para seguir afinando mi cosmovisión, mi metafísica personal, y para de paso aplacar un poco mis luchas y contradicciones internas (como la, por momentos despiadada, batalla ente mi ello, mi yo y mi superyó; o la eterna dicotomía existencial: producción o angustia). Pero esta nueva interpretación –acertada o no- no tiene tanto que ver con la ética como con nuestra naturaleza –social- y los frutos que de tal condición (la social) se desprenden. Sin más preludios, se trata de extender esta declaración de principios transformándola en una, simple, declaración de fines: “la relación (social) con los hombres como fin; más no como cualquier fin, como el fin por antonomasia”.
Así lo estoy viviendo por estos días. Y así lo estoy sintiendo. Porque, aunque Kant sea el emblema del Iluminismo de la razón, esta concepción mía, neonata o en vías de desarrollo, surge de un sentimiento, de una necesidad, acaso de un instinto, muy fuertes, más que de un trabajo racional, lógico-deductivo, intelectual. Claro que la razón ayuda a darle forma a esta materia, entre abstracta y visceral -una paradoja que tiene sentido y, más aún, da fuerza al argumento (segunda contradicción), pues ésta es propia de la vida, de lo vivo, de lo pasional-, y aquí reconozco saberme influenciado, enhorabuena, por mis ideas, y/o creencias, previas (¿tercera contradicción?) de una naturaleza que nos abraza a todos por igual, de una comunión con el mundo, pero también de que una energía particular, léase espíritu o alma, subyace a toda ella y a todos nosotros (¿cuarta contradicción, descarrilamiento total, o un dualismo posible?). No obstante, y sin lugar a dudas, la esencia de la afirmación huele a frescura, a pureza, a inocencia, y florece espontáneamente, de la manera más natural; como los lazos de amor y amistad entre las personas.