A falta de
inspiración, y con la esperanza de encontrarla a fuerza de escribir como
ejercicio, he aquí algunas apreciaciones sobre el día de hoy.
Primera vez
en meses que dispongo de bastante tiempo para mí. Siempre que pasa me desespero
cual perro con dos platos (o más) de comida. No sé cuál o cuáles elegir. Tanto
que termino haciendo nada. O muy poco. En este momento deseo tanto leer,
escuchar música, hacer cosas en la casa –y suerte que ayer ya fui a correr-.
(Tema recurrente, lo sé.) José Pablo Feinmann, Erich Fromm, Cortázar, Frans de
Waal, Mary Shelley… ¡¿Cómo elegir?! Para sacarme estos dilemas de encima decido
escribir. Ya no tengo que elegir entre Lennon o White Stripes. Entre tanto, mi
vecina toca a la puerta y nos regala un plato de fideos al pesto que hizo
especialmente para nosotros (bah, para ella).
Un gesto tan cálido que bien podría redimir todos los malos actos del resto de
la gente. O al menos alimenta, fortalece, mi fe en el otro. No sé cómo –ya lo
recordé; pero no es importante- doy con unas fotos que hace mucho no veo. Que
vi muy pocas veces, de hecho, pese a los momentos y personas tan especiales –y
su mágica confluencia- que retratan. Me pierdo en aquellos recuerdos. Me olvido
del tiempo. Lo disfruto. Amo, suelto, soy yo mismo. Y escribo esto en tan sólo
veinte minutos (!).