miércoles, 19 de noviembre de 2014

Arenga

A ver si te hacés hombre de una vez, viejo. Basta de lloriqueos infantiles y de miedos cobardes. Y si los miedos están, si aparecen, enfrentalos. Así de simple. ¿Hasta cuándo si no vas a seguir así? Pisando los treinta y tres. Si estuviste en el mismísimo desierto bajando riscos empinados para bañarte en una cascadita mientras los jotes revoloteaban expectantes a tu alrededor. Y en la selva casi te perdés mientras no cesaban de picarte mosquitos voraces y animales peligrosos amenazaban con aparecer a cada paso que dabas. Y en la alta montaña, sólo en una cabaña de piedra en el medio de la nada, pasaste la noche más fría de tu vida teniendo que elegir entre helarte hasta la médula o dormir inmerso en el humo de una fogata frustrada. ¿No te sirvió para nada todo eso? Confiá en vos. Con-fiá. Pensá un poquito menos. Intuí. Canalizá esa energía negativa. Expresala. Manifestala. Transformala. Llorá. Quizá mejor, reíte. De vos. De la situación. Del absurdo. Capitalizalo. Soltalo. Naturalizalo. Echá mano de tantos años de enseñanzas. Cambiá, un poco. Todo es cambio en definitiva. Sacá el valor que tenés ahí dentro y disfrutalo. Animate. Disfrutá de verte donde nunca antes. Conocete y querete un poco más. Dale.