jueves, 26 de marzo de 2015

Mi amigo el dotor

Agridulce paradoja que momentos personales tan difíciles te priven de compartir determinados acontecimientos importantes en la vida de personas queridas, los cuales -estos últimos- a su vez, terminan siendo motor, fuerza y fuente de energía para salir adelante en tan complejas circunstancias.

En estos días me perdí las defensas de tesis de muchos de los chicos con los cuales compartí cuatro años increíbles, de conocimiento mutuo y amistad crecientes, y que se fueron haciendo parte de mi historia. Fútbol, (pseudo)filosofía, cerveza, literatura, música, consejos, aguante, congresos, risas y alguna que otra bronca también. Una vez dije “que los demás se jacten de las tesis que escriban, yo quisiera jactarme de los agradecimientos de otras tesis en los que aparezca”. Y algo así puedo decir que pasó (y espero que siga pasando) por estos días. Porque, pese a mis constantes ausencias –físicas y/o mentales- en los últimos tiempos, no he dejado de sentirme apreciado y presente para con  mis compañeros de ruta. Ber, invitándome a su casa a celebrar; Santi, poniendo mi foto en el mural del grupo; Gasti, con sus palabras de agradecimiento tan gratificantes. Pablito, a quien conozco desde mis doce años y reencontré quince años después, y siento que es especial volver a coincidir en este momento visagra. Roxi, que, ahora doctora, sabiamente me cura un poquito a fuerza de humor (“playito, hondo, playito, hondo”). Verdaderos presentes.

Veo las fotos grupales de cada defensa y siento, por no haber estado ahí, como una espina clavada que no me deja de pinchar. Pero sé que aquello duele, agridulce paradoja, duele porque a lo largo de estos años se hicieron parte de mí, y yo de ellos. Y eso alegra, y es para siempre. Gracias por enriquecerme. ¡Salud y felicitaciones, amigos dotores!


Y ojalá pueda estar en las próximas defensas.