martes, 5 de diciembre de 2017
Círculo cerrado
A veces, y pese a las adversidades, se puede vivir un momento de felicidad plena, simplemente escuchando Radiohead mientras corregís exámenes y ves que algo de lo que tus alumnxs plasmaron ahí, en esa hoja, lograste transmitírselo vos. Son esos momentos terribles en los cuales el círculo cierra.
jueves, 21 de septiembre de 2017
Nostalgia de tiza
Ese brusco instante en el que tus alumnxs se van del aula para irse a sus casas. Y entonces la nostalgia se hace carne por unos segundos, y uno se queda solo en el aula vacía, mirando el pizarrón y los bancos, con una mezcla de felicidad y tristeza.
domingo, 6 de agosto de 2017
Cine, literatura y... vocación
Quizá ya estabas presente de alguna manera en "Alicia en las ciudades" (y también en "Los 400 golpes"), pero aún era demasiado lejano.
Estabas -sin lugar a dudas- en el "Adán Buenosayres", pero no lo supe intuir.
Estabas luego en "Entre horas", y pese a lo evidente, seguía sin sospecharlo.
Estabas en "Presentes", cada vez más cercano y tangible, pero no me percataba.
Ya latías con fuerza en "Entre los muros", pero pese a todo, no lo vislumbré.
Recién con "La vida de Adèle", apareciste claramente en escena, mostraste tus cartas sin rodeos y me cautivaste con un magnestismo que igual en ese momento no supe entender.
Años más tarde recapitulo cada una de estas señales y pienso en cómo es la vida y el destino.
Por eso me atrapaban así, por eso me identificaba tanto, por eso la atracción magnética.
La semilla de la pasión por la docencia y el amor por lxs pibxs se estaba desarrollando.
Hasta que un día finalmente germinó. Y ya nada volvió a ser lo mismo; algo se iluminó para siempre.
Estabas -sin lugar a dudas- en el "Adán Buenosayres", pero no lo supe intuir.
Estabas luego en "Entre horas", y pese a lo evidente, seguía sin sospecharlo.
Estabas en "Presentes", cada vez más cercano y tangible, pero no me percataba.
Ya latías con fuerza en "Entre los muros", pero pese a todo, no lo vislumbré.
Recién con "La vida de Adèle", apareciste claramente en escena, mostraste tus cartas sin rodeos y me cautivaste con un magnestismo que igual en ese momento no supe entender.
Años más tarde recapitulo cada una de estas señales y pienso en cómo es la vida y el destino.
Por eso me atrapaban así, por eso me identificaba tanto, por eso la atracción magnética.
La semilla de la pasión por la docencia y el amor por lxs pibxs se estaba desarrollando.
Hasta que un día finalmente germinó. Y ya nada volvió a ser lo mismo; algo se iluminó para siempre.
viernes, 28 de julio de 2017
Cómo es posible...
Cómo es posible que las notas de un violín puedan hacer vibrar las cuerdas del alma; cómo es posible sentir las teclas de un piano pulsando el corazón; cómo puede latir el cuerpo entero al ritmo de una percusión y sentirse acariciado dulcemente por una aterciopelada voz...
sábado, 22 de julio de 2017
Tarde de sábado
Y así la vida va pasando entre cientos de personas que se cruzan en tu camino. Artistas callejeros, profesores de futuros profesores, niños y adolescentes terminando sus vacaciones, señoras "acomodadas" bebiéndose su café, chicos vendiendo pañuelitos (y cómo duele; cómo se dificulta sostener la esperanza), un anciano preguntando por dos libros de Nietzsche... Y vas viendo cómo te bombardea el mercado. Los pibes marginados luciendo orgullosos sus gorras Nike (o viceversa)... Construyo relatos a medida que camino. Todo se mezcla en un continuum entre fellinesco y dardeanno. "Y nunca me he sentido tan profundamente, en un único y mismo momento, tan separado de mí mismo y tan presente en el mundo", citaba a Camus la película de anoche. Y la tarde tenía sabor a eso. Pero no por mí, particularmente; por todos.
sábado, 15 de julio de 2017
Adèle
Adèle comenzó a sentir de repente una necesidad abrumadora de ser arropada por esa gente. Se sentía muy bien ahí; llena de vida. No quería y no podía irse. Era una sensación extraña; cualquiera hubiera dicho que se parecía a la felicidad.
viernes, 14 de julio de 2017
¿P.A.S.O. de largo?
Mientras reflexionaba en pleno centro sobre el sinsentido de ofrecer volantes de papel (por la campaña electoral) a todo el mundo para que acto seguido absolutamente todos esos papeles terminen en el primer tacho de basura disponible, me crucé con una mamá que pedía ayuda junto a su hijita de unos seis años. Decía muy acongojada que hacía mucho tiempo que no comían. Dolía mirarla a los ojos... Entonces alguien se acercó a darle algo de dinero, pero además le preguntó de dónde eran. La mujer contestó que del barrio toba, a lo que la otra persona respondió que era docente y que estaba anotada para dar clases en la escuela toba. La cara de la madre comenzó a tomar otro color, mientras contaba que casualmente su hijita iba a esa escuela. Le preguntaron el nombre y la nena respondió tímidamente (pero con gesto pícaro, o cómplice). Se despidieron con el deseo de reencontrarse en aquel barrio, algún día, y toda la expresión de la mujer era diferente; ahora tenía luz.
Me quedé pensando en la importancia del reconocimiento para cualquier persona. El sentirse parte, integrada, una más con quien hablar. Quizá ese haya sido uno de los pocos momentos de gratificación en el día para esa mujer y su hijita. Pensé en lo importante que es luchar colectivamente por un cambio social profundo pero que definitivamente no hay que perder de vista las pequeñas cosas que uno puede hacer siempre por el otro.
Me quedé pensando en la importancia del reconocimiento para cualquier persona. El sentirse parte, integrada, una más con quien hablar. Quizá ese haya sido uno de los pocos momentos de gratificación en el día para esa mujer y su hijita. Pensé en lo importante que es luchar colectivamente por un cambio social profundo pero que definitivamente no hay que perder de vista las pequeñas cosas que uno puede hacer siempre por el otro.
martes, 30 de mayo de 2017
Smartphones
Cien dedos, veinte manos, moviéndose al unísono y al calor de una misma luz. Bailando al ritmo de electrones excitados en un gas ionizado. Como en las películas más apocalípticas, como en las pesadillas más espeluznantes, la gente enajenada se limita a ver danzar sus dedos sobre la pantalla de su celular. Son casi todos los pasajeros del colectivo. Cabizbajos, aislados, apáticos. Como en el mejor (o el peor) capítulo de Black Mirror o en la película Wall-E.Mis ojos ven uno, dos, tres... y a medida que barren el largo del colectivo, cuatro, cinco, seis... Más y más teléfonos viajando con sus mujeres y hombres.
jueves, 25 de mayo de 2017
Attachment
La miraba a mi vieja y pensaba en lo poco que nos entendemos a veces. Y me preguntaba si sería -como sostienen algunos- que el lenguaje en verdad lo que hace es alejarnos más que acercarnos; si será cierto que pretender entendernos mediante el lenguaje es una empresa de antemano perdida. Realmente no lo sabía, pero en simultáneo con mis cavilaciones latía con fuerza inaprensible un sentimiento de unión para con ella que no podría explicar; ¡la pucha!, que fuerte que era. Me desbordaba por completo y pensarlo era limitarlo. Entonces comprendí sin entender que efectivamente el lenguaje no era lo importante, que logro llegar (y recibir) a la otra persona casi sin proponérmelo a través de mis emociones más primarias y viscerales. Y que acaso si nuestra herramienta predilecta jugaba un rol en todo esto, era cohibiendo por vergüenza mi deseo de abrazarla. Y sin embargo gracias a ella puedo compartir estas líneas...
viernes, 5 de mayo de 2017
La noche de anoche
Tengo que escribir sobre la noche de anoche. La noche de un día muy largo. Largo de kilómetros, de horas-bus y de alumnxs. El día repartido entre risas, explicaciones, aprendizajes recíprocos, algún que otro reniego, colectivos y ciudades. La noche cayendo sobre mi cuerpo como pocas veces exhausto. Un cuerpo que literalmente me pidió parar la máquina esa última hora, privándome del ida y vuelta con lxs pibxs que tanto me gusta, tirándome en una silla de escritorio.
El retorno en colectivo escuchando Radiohead. El disco que suena acompañando el interminable pasar de las cuadras tras la ventanilla. Ese disco que realmente me conmueve hasta el infinito. Cómo lo saboreé. Luego la serenidad de caminar a esas horas por Oroño, apreciar las construcciones antiguas, la paz de sus árboles, el vuelo de los murciélagos; lxs otrxs que también andaban como yo.
El percatarse de una verdad importante, ya revelada por otra persona importante, por la persona. El calor inusual, la alergia y el profundo disfrutar de esa caminata de retorno. El prometerse guardar y repetir esas sensaciones. Y también escribirlas.
El retorno en colectivo escuchando Radiohead. El disco que suena acompañando el interminable pasar de las cuadras tras la ventanilla. Ese disco que realmente me conmueve hasta el infinito. Cómo lo saboreé. Luego la serenidad de caminar a esas horas por Oroño, apreciar las construcciones antiguas, la paz de sus árboles, el vuelo de los murciélagos; lxs otrxs que también andaban como yo.
El percatarse de una verdad importante, ya revelada por otra persona importante, por la persona. El calor inusual, la alergia y el profundo disfrutar de esa caminata de retorno. El prometerse guardar y repetir esas sensaciones. Y también escribirlas.
miércoles, 8 de marzo de 2017
Balcones
Mirar ese balcón me da paz. Esa sencillez que se percibe. Esa luz cálida que asoma desde adentro; la nena jugando siempre con el gato (o con sus amiguitas); la madre sentada en la intimidad y la seguridad de ese -su- balcón, simplemente sintiendo la brisa de la noche generosa, mirando largo rato su celular, revisando seguramente sus redes sociales, sus mensajes de whatsapp, los archivos compartidos, y nada más -y nada menos- que eso. Y todo parece (no lo sé) suficiente. Sin pretensiones. Sin sofismas. Sin elucubraciones retorcidas. Sin angustias. Sólo brisa, intercambios virtuales y -ahora también- un pucho. Arriba (en el segundo piso) lo mismo. Un cigarrillo al resguardo de las ramas y las hojas que se meten descaradamente en ese territorio ajeno. Y en el tercero simplemente el ventanal abierto dejando entrever la paz que difunde desde el departamento hacia el exterior, como el olor a comida o el humo de un sahumerio. El cuarto piso es un párrafo aparte. Sin paredes. Sólo vidrios y persianas americanas. Pero siempre la calidez. Siempre a trasluz. Siempre impersonal. Jamás un rostro. Sólo de vez en cuando una silueta animada. Pero todo ese edificio me da paz. Siento que empatizo con él, si acaso es posible. Y a la vez tan distinto, yo... Si viviera ahí, ¿me sentiría más feliz? ¿O sería un edificio más, del que renegaría por lo descuidado y por su olor a humedad? Por lo pronto dormiré tranquilo, sabiéndolo cerca mío.
viernes, 6 de enero de 2017
Magia blanca
Magia blanca, o magia natural: la que por medio de causas naturales obra efectos que parecen sobrenaturales (RAE).
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