lunes, 12 de febrero de 2018

Mono cursi

Necesitaba el parque, el aire, los pájaros, las flores. Soy mono; es al pedo. Todavía más necesitaba ver a la gente, sentirla, vivirla pasándome cerca, yendo de un lado hacia otro. Y es que soy mono y es al pedo. Necesitaba verles reír, y llorar en su compañía; sentir en carne viva como el sentido de mi vida cuaja con (y gracias a) su sangre. Soy un mono cursi, ya lo creo. Y también un parásito. Que se cuelga (como buen mono) de la felicidad de dos nenas correteando una paloma, o de unas carcajadas que estallan en tres chicos jugando al carnaval, o de una pareja que se funde en un beso. Y siempre siento que el beso es un acto sublime; sublime y raro, inexplicablemente bello, que está más allá de otras monerías más comunes, acaso lo único genuinamente humano. Soy mono, cursi y verdaderamente infumable. Pero qué se le va'cé.