sábado, 22 de junio de 2019

Brunch

Un café con leche rodeado de canelones, milanesas y papas fritas. Probablemente el único. Empieza a ir y venir, arriba y abajo, arriba y abajo, por acción de mi mano derecha. Cerca, muy cerca, crujen las papas, llora algún chico, celebra una familia. Tan cerca unos de otros que algunos pareciéramos estar de a dos, pero no. Hay una diferencia sutil y otra sustancial: diez centímetros entre mesa y mesa, y un par de miradas que nunca se cruzan (mucho menos se encuentran). Sin embargo son cercanías que hacen sentir bien, que son necesarias. Todo orquestado al ritmo de platos que van y vienen desde la cocina, cuya vida es efímera pero llena de sentido. Cual insecto que eclosiona de su larva para reproducirse y a las pocas horas o a los pocos días morir, los platos salen de la cocina, deleitan a sus comensales, los nutren ya desde adentro volviéndose nueva singularidad. Y a otra cosa, mariposa.

domingo, 16 de junio de 2019

Danza

Son los momentos que realmente descansan, liberan, protegen, (nos) cuidan. Imagine acariciándome desde los parlantes del equipo de música, el viento aullando a la luna oculta desde el palier de este segundo piso, una lager transpirando a mi lado y todo un teclado infinito yaciendo con la guardia baja ante (para) mí. El resto es dejarse llevar. Y los dedos se empiezan a mover de un lado a otro. Bailan, saltan, cantan la danza que mi inconsciente de alguna manera (hoy, inapresible) toca para ellos. ¿De dónde saldrá todo esto? Es tan loco y bello e incierto y maravilloso y acaso ancestral. E inexorablemente liberador. Escribir por el mero placer de escribir. De expresar. Luego quizá leerse, releerse, reinterpretarse, modificarse, reconocerse, redefinirse. Y finalmente enter.

sábado, 15 de junio de 2019

Loop

I will be with you again. Viviría eternamente en ese loop. Ese loop donde todo el tiempo rememoro nuestros años más preciados. Donde cada nota, cada melodía y cada armonía me disparan el recuerdo de una sonrisa tuya, de una mirada brillosa, de una caricia suave y templada. Y sólo quiero volver a eso. ¿Estaré haciendo mal? El verdadero loop sería volver a esos momentos, no recordarlos meramente. Quedarse con el cuerpo encadenado al tiempo pero el alma liberada al (y por el) amor más puro que conocí. Y la música tiene eso. Esa magia inexplicable, en la que uno no sabe realmente cuán diferente es el presente de esos recuerdos pasados. Porque mientras duran las canciones el sentimiento es a flor de piel. Vaya si es a flor de piel. Be with you, night and day. Nothing changes on New Year's Day. On New Year's Day.

La ciudad hospital

Este es el octavo día dentro de la ciudad. Me refiero al hospital. Es increíble la dinámica interna que tienen los lugares como estos. Los vínculos que se establecen (¿transitoriamente?) o que nunca llegan a establecerse pese a la regularidad de ciertas interacciones. Nunca supe por qué me generan una especie de fascinación los hospitales y sanatorios por la noche. El deambular de los enfermeros; de algún empleado de limpieza con su carro lleno de químicos, trapos y bolsas; de alguna médica con su guardapolvo blanco y su estetoscopio al cuello. Y después el silencio. El zumbido en los oídos, la luz baja, la soledad. Siempre me atrajo ese pequeño (o no tanto) submundo, ignorado por los transeúntes más distraídos, manifiesto en los múltiples rectángulos de luz que se recortan en la oscuridad para aquellos más atentos u observadores.
(...)
Ahora estoy adentro desde hace diez días. Y por momentos siento que serán interminables. Y por momentos temo llegar a extrañar las mañanas y las tardes en este lugar. Supongo que tiene que ver con ese sentimiento melancólico que me envuelve cada vez, que encaja con cierto sentido (melo)dramático de la vida.  Aquí conocí a muchas personas -enfermeras, médicos, azafatas- que me emocionaron hasta las lágrimas por el amor demostrado hacia cada uno de sus pacientes, y con las cuales me identifiqué. La delicadeza en su manera de acercarse, su predisposición para escucharlos y, sobre todo, su paciencia para comprenderlos. Pero también conocí la frivolidad y la mecanicidad más desahuciante, y me heló la piel y me constriñó el alma.
(...)
Onceavo día. Creo haber aprendido bastante en este viaje a la ciudad que yace a tan sólo ocho cuadras de mi casa. Pero hace rato que también anhelo volver a esas ciudades donde la algarabía y la vitalidad vienen en paquetes de treinta, y donde realmente valdría la pena quedarse para siempre.