martes, 1 de diciembre de 2020

Atardecer

Atardecer
Ajeno al calor que agobia
Ajeno a las motos con sus ruidosos motores
Ajeno a mis alegrías y angustias
Pero a la vez, presente

Efímero, inasible, cambiante
Apenas unos minutos pintando el cielo
Con sus paletas de luces, nubes y pájaros
Atardecer que se burla y se ríe
Cuando fallo en capturarlo con mi cámara

Atardecer que invita
A la reunión o a la caminata
Atardecer que una vez más capta mi atención
El sol se despide de Rosario
Para despertar, vaya a saber uno qué ciudades


martes, 10 de noviembre de 2020

Tiempo

Tiempo de volver a trazar caminos,

de redibujarme.

Tiempo de buscar miel de abeja y arrullo de grillo,

estrellas de campo fresco y olor a tierra mojada.

Tiempo de reencontrar palabras y sonrisas;

de dejarse llevar por perfume de azahares,

por canto de chingolos o de cigarras.

Tiempo de pedalear la vida

De afinar el pincel

De confiar en la Luna

De aprender de la flor

De abrazar el vínculo

Ahí vamos.

viernes, 30 de octubre de 2020

Vida

La vida puja. Late. Se expande. Se obstina en reinventarse una y otra vez. Miles de millones de años convergiendo y reafirmándose cada día en una flor, una raíz, una mirada, una caricia, una pluma, una mano.

jueves, 29 de octubre de 2020

Primate

El sol afuera, espléndido. Algo pinta bien. Serán las plantas creciendo alrededor. Serán los primeros atisbos de I me mine. Será el ir rompiendo el paradigma. Será que siempre es hoy. Ahora lo entiendo. Y hoy el sol está espléndido. Hoy el mate acaricia. Hoy promete. Hoy, primate.

martes, 20 de octubre de 2020

Corazón calidoscópico

_Notable -dijo el cronista-. Poema en radiante tecnicolor. 

_ Cállese -dijo Clara-. Es mío, me gusta, y además viene de otros días.

Yo me pregunto a quién se le ocurre regalar a estas dos pobres nenas, un perro de plástico que muerde. Lo miran azoradas. Escuchan las insistentes peticiones de "los mayores" para que pongan el dedo. Dale, que no hace nada. ¡Pero si es de plástico! Las nenas no entienden nada y mucho menos el bulldog de ojos apáticos. 


_Realmente suena a otro mundo -dijo Juan-. Total, Clara, tan pocos años...


Detrás de las nenas irrumpen tres amigas con sus barbijos. Tan extraño y natural a la vez.

¡Corazón calidoscópico, una tierrita, y ya te cambias!


lunes, 28 de septiembre de 2020

Libélulas

Nunca me había percatado de que esa especie de antena gigante empotrada en esa otra antena más gigante aún, se parece a una libélula. Cuando era chico le llamábamos “alguaciles” y solían abundar en los veranos, inundándolo todo -especialmente, según el saber popular- en los momentos previos a la lluvia. En aquel entonces, recuerdo que disfrutaban posarse así, como este bicho de aluminio, perpendiculares a las ramas de los árboles y los ligustros, formando verdaderas mantas que todo lo cubrían. Las había de diversos tamaños y colores; algunas pardas, otras rojizas o amarronadas. Muy de vez en cuando aparecía la Gran Reina (así la pienso en retrospectiva), una especie de libelulón rojo que medía el doble o triple de tamaño que las más comunes. Era superlativa, hermosa, hipnótica. Nunca supe de qué se alimentaban, pero me divertía poniéndole el dedo entre las mandíbulas que, a modo de tenazas o pinzas, me lo aprisionaban. Me fascinaban sus ojos gigantes, su manera de mover la cabeza, su brillo tornasolado que traía el arcoíris al patio de casa. Y sus alas, con esas nervaduras entretejiendo simetrías y mensajes sagrados; tan hermosas pero tan frágiles. Mi infancia fue dulce y luminosa, en parte por los alguaciles.

viernes, 25 de septiembre de 2020

Rosario

Me acerco despacio. No los quiero asustar. No es fácil encontrarlos pero uno sabe que están. De vez en cuando, la suerte se pone de tu lado y ¡zaz! te los cruzás. Hoy es una de esas veces. Acaso, la más importante. No sé si me conocen pero yo sí a ellos. Conozco su historia. Los he visto buscándose, regalándose flores. Y ahora los veo así, tan tranquilos, tan en la suya. Se nota que sólo les importa ese beso, ese estar ahí, tan en paz. Entonces uno los admira tanto, y quisiera preguntarles cómo hacen, cuál es el secreto. Pero prefiero no interrumpirlos. Así que los observo desde cierta distancia prudente, tratando de pasar desapercibido, entre el arbolito y este hermoso farol. El pobre pollito parece no entender nada. Rosario es tan linda.



martes, 1 de septiembre de 2020

Monerías

Hoy recordé, así, casi de repente, aquella fascinación tan profunda que solía sentir al observar a los monos. No importaba qué especie de monos ni dónde estuvieran. Simplemente podía quedarme horas observándolos. Los que más solían llamarme la atención eran aquellos cuyas jerarquías sociales eran tan marcadas. Era sorprendente ver cómo el macho alfa ostentaba sus privilegios, cómo el resto del grupo -machos, hembras, jóvenes, adultos- se subordinaban a su autoridad. Pero lo más fascinante no era eso sino su maravillosa similitud con el ser humano. Recuerdo que me daba tanta paz percibir eso. Me sentía unido a ellos. Me hacía sentir parte. Por un lado, esas expresiones increíbles, ya sea de sus rostros o de sus cuerpos. Realmente podía empatizar con ellos y saber lo que sentían. Si tenían miedo, irritación, alegría o excitación. Y luego, su manera de vincularse. Su forma de abrazarse, de acicalarse, de pelearse y corretearse. Tanta similitud. Y qué decir de su inteligencia, su habilidad para manipular objetos con las manos -única en el planeta, luego de la nuestra-, su capacidad para resolver problemas. Pero quizá, de todo lo que me conectaba con ellos, lo que más me conmovía y me transmitía paz era su mirada. Tan profunda, tan genuina, tan inocente y tan comunidad. Cuando Martín -un monito caí- me tomó la mano literalmente sentí la plenitud de mi vínculo con la Naturaleza toda, con el Universo todo. Fue un instante fugaz pero eterno. Fue el aleph de Borges, pero en la piel. No sé por qué hoy lo recordé tanto. Tal vez tema estar olvidando mi tendencia natural a las monerías.

martes, 11 de agosto de 2020

Merecimientos

Otra vez Julio tan lejos. Y eso que me había prometido que. Warning!, señal de alerta. Por qué, por qué, por qué. Como preguntaba Flavia cuando yo. Y sin embargo el súper. Esa paz inesperada. Ese deseo de estar. De no correr. Tan inusual en. Y el encuentro. Qué alegría sincera. Querido amigo, tan cerca y sin embargo también. Por otro lado, el resto ¿dónde? ¿Por qué cuesta tanto? Hoy quería Atahualpa como también Julio y José Pablo y las cuerdas. Inevitable pensar en los años maravillosos. En el Principito. Qué nos pasa. Yo no quiero eso para mí. Tengo que buscarle la vuelta. La situación lo amerita. Yo lo amerito.

sábado, 1 de agosto de 2020

Ritual


Primer trago. Primer deseo. La hojas secas finalmente sucumben a un estallido crepitante. Segundo trago, segundo deseo. La tibia savia comienza a brotar de las ramas aún verdes. Tercer trago, en “homenaje”. Hay corridas, desorientación y caos. El calor se va tornando asfixiante; el humo homogeneiza el paisaje, omnipresente cortina gris. Ya no hay forma de ubicar los nidos o las vizcacheras o los pares. Mejor dejarlo todo atrás antes que. Pero lo importante de todo esto es que sea en ayunas; si no. Las pupilas dilatadas, el ritmo cardíaco al límite de su potencia. Más calor, sudoración para intentar refrescar -inútilmente- los cuerpos, partículas sólidas ingresando con el aire. El miedo deviene pánico. Las últimas flores lloran la escena mientras pierden su color. Quién sabe si alguna vez habrá reencuentro con. Más el ritual no debe faltar.

jueves, 30 de julio de 2020

Efecto (Aguaviva)

Quizá el error haya sido precisamente ese. Llegar tarde al recital que estarían brindando las chicas de Aguaviva. A la vera del río, en aquel ocaso donde una increíble Luna se asomaría gigante y amarilla del otro lado del Paraná. Era demasiado bueno como para llegar tarde. Quizá las cervezas en Jekyll -que siempre son bienvenidas- esta vez podían esperar. Acaso debían ser el corolario de aquella memorable jornada de domingo. No sé por qué, de repente y sin ninguna relación aparente, creo haberlo entendido hoy. ¿Cómo sería el mundo si hubiéramos podido bailar el set completo de canciones de las Aguaviva? ¿Cómo sería yo y cómo serías vos?

lunes, 27 de julio de 2020

Milonga del solitario

Hoy te estoy necesitando, viejo peregrino. Trovador de los cerros, voz de los pueblos, eco de la tierra. Será por eso que. Porque ni él, ni siquiera ellos (lo cual es raro). Y sin embargo vos. Pero intuyo la razón. Aquellas primeras lomas, el hostel. Aquel libro gigante, el mate escupido a la primera cebada. Los proyectos, la gente preciosa. Y mientras tanto vos y el aromo y tu querido alazán. Luego la valentía (acaso por primera vez), la soledad en la montaña, el desierto, la selva y el Norte y la vida misma. La residencia allá. Arriba. Tan grande, tan lejos (tan cerca), tan bella, tan promesa. Y charlar con el cocinero o el portero. Cenar juntos en la inmensidad. Frankl antes de dormir. Las yungas entrando por la ventana. Todo al compás de tu guitarra. Bajar rodeado de lapachos en flor. De tu magia. Las observaciones en la reserva. De tu guía. Las tardes entre flores y coipos. Estableciendo un puente con el todo. Aquellas rapaces posando en mi brazo. Con el adentro. Las charlas con Charly. Tu compañía invaluable. Los bares tucumanos. Y es que llegan tan adentro esos rasgueos. Tanto Tinbergen. Tanto Goodall. Tanto. Y te entiendo bien cuando al final de todo, la Luna lo sabe, piedra y camino.

sábado, 18 de julio de 2020

En las ciudades

Parece tan fácil, Alicia, dejarse llevar. Abandonarlo todo y simplemente andar. Despacio, sin grandilocuencia, con una simplicidad lascerante. Un futuro totalmente incierto y en el camino la comida barata, jugar a las grullas, garabatear en un cuaderno. Entregarse a la infinita dulzura de tu tiempo presente. Doblegando el miedo al miedo. Compartiendo la vista desde una ventanilla de tren, con el viento pegando en la cara. Si tan sólo pudiera soltar el peso y así continuar. Soplar y apagar el Empire State sólo para tu felicidad. Desde entonces buscaría aquella foto que nunca fue tomada por vos, para poder finalmente ver mi verdadero rostro.

lunes, 13 de julio de 2020

Journey

Si de algo estoy seguro en este preciso momento es de esto. Aquí y ahora. Sí, ya sé que otra vez con lo mismo, pero. Bicicleta, música, calle, yo. Yo mezclado e integrado con todo lo que me rodea. Con ese mundo que permanentemente va viniendo a mi encuentro y luego voy dejando atrás con cada pedaleo. Y mientras tanto y durante, las ganas incontenibles de gritar y cantar, la sensación de felicidad ardiendo en el pecho. La risa y el llanto queriendo manifestar una misma emoción. Las reminiscencias de todo lo lindo, que aparecen y bailan al compás de la música y el viento en la cara. La insólita intensidad de cada estímulo y cada detalle. Los rieles que guían, el tren irrumpiendo de la nada, los halconcitos colorados, el agua del arroyo cayendo con armónica sonoridad. Gorillaz vibrando como nunca antes; porque esta vez sí Feel Good (Inc.). Vuelo. Realmente, vuelo. Y entonces la convicción, in crescendo, de que yo-soy-esto-ahora-y-sólo-esto. Lo necesario y suficiente. Aquí y ahora. Con manubrio y sobre ruedas.

jueves, 2 de julio de 2020

Beatles

Desde que a los 16 años escuchara por primera vez Revolver, prestado por un amigo, y For-no-one me conmoviera como ninguna otra canción hasta ese momento

Desde la primera grabación en cassette de los Past Masters
The Beatles (White Album / Super Deluxe) by The Beatles on Amazon ...Desde aquella mochila negra estampada con esta misma imagen, comprada un poco por gusto incipiente y otro poco por homenaje a mi vieja, que me los grabó a fuego en el alma
Desde que los escuchara cantar al amor universal como nadie
Desde que los viera inventarlo todo y reírse mientras tanto
Desde A day in the life y Strawberry Fieds
Desde el eterno Abbey Road
Mi vida -como la de Charly, como la del Flaco, como la de    tantxs- cambió para siempre.

miércoles, 1 de julio de 2020

Autorretrato

Autocomprenderme. Re trato.
Autovalorarme. Re trato.
Autoacompañarme. Re trato.
Autocompletarme. Re trato.
Autobastarme. Re trato.
Automimarme. Re trato.
Autoesperarme. Re trato.
Autoanimarme. Re trato.
Autoreírme. Re trato.
Autopensarme. Re trato.
Autosentirme. Re trato.
Autoconocerme. Re trato.
Autoquererme. Re trato.
Autorizarme. Re trato.
Autorretrato.

martes, 16 de junio de 2020

Ahora

Ahora sí me siento latir.
Ahora sí la turgencia, la savia carmín templando mi alma.
Ahora sí el verde que convierte el sol en vida, el beso en sentido, el abrazo en mundo.
Ahora sí despierto del letargo.
Ahora soy mono, gorilla, cascarudo, beatle, cabeza de radio, pies de bicicleta.
Ahora humano, demasiado humano.
Ahora cursi.
Ahora Esty asumiéndose libre.
Ahora soy parte.
Ahora simplemente soy.
Ahora latotiemblomeestremezcoysoylágrimadivina.
Ahora la exuberancia, acaso la ostentación.
Ahora descarga grosera de hormonas.
Ahora el aire ya no oprime sino que acaricia.
Ahora chocolate, mate, birra.
Ahora río, mañana montaña, ayer desierto.
Ahora risa y ahora ternura de nena en la bici con barbijo gigante.
Música. Símbolo. Letra. Armonía. Piel.
Ahora soy ellos, ellas, elles. Y a la vez yo.
Como el agua del mar mezclándose con la arena.
Brillante, cálido, húmedo.
Ahora vivo.
Ahora.

jueves, 28 de mayo de 2020

Presagio (sobre ruedas)

Exactamente tres meses atrás:

La luz del sol comenzando a filtrarse por la cortada, mostrando una ligera preferencia por la vereda que corre a mi izquierda. El aire fresco de la mañana oxigenando los pulmones. Gorillaz sonando siempre de fondo. Pedaleo y me siento uno con los lugares por donde circulo. Hay una continuidad gradual, siempre estoy vinculado a ellos, recibiendo y concediendo estímulos. Decido dejarme llenar por todo esto. Disfrutar de esta media hora mágica de bicicleta hasta llegar a donde debo. Darle absoluta y completa densidad a este presente sobre ruedas. En este momento no importa nada más. Luego vendrán otras alegrías y otras preocupaciones. Otras responsabilidades. Otras gentes. Ahora es la bici y la música y los pájaros revoloteando a mi alrededor. Ahora es hoy. Siempre es hoy (ya es parte de mi ser).

sábado, 16 de mayo de 2020

Urgencia

Hay una urgencia que me oprime el pecho. Una urgencia no sé bien de qué. Pero me apura, me oprime. Se mueve mucho más rápido que mi cuerpo. Frente a un atardecer lento y sereno, la urgencia me urge. Ya hay que pasar a la próxima actividad. Ya basta de mirar el cielo. Ya llega la noche. Ya la próxima semana. Ya. En el único momento en que puedo dialogar conmigo mismo, algo en mí busca seguir, no pensar, no sentir. Sólo actuar. Como una dictadura o una exaltación del hacer. Del hacer por hacer. Hoy pude sustraerme por un rato a esa vorágine. Nunca me sentí tan deliciosamente animal. Tan sol en la vereda. Tan mirar gente pasar. Fueron escasos minutos en el que nada, pero absolutamente nada, se interpuso entre mi existencia y el mundo.

sábado, 2 de mayo de 2020

Hormigas

A medida que pasa el tiempo la intimidad de la escena va revelando sus secretos. Y yo me voy volviendo parte de ella. Ingreso en un mundo infinito ubicado ahí nomás de la vereda, extendido apenas entre dos árboles añosos. Siento la armonía de sus movimientos interminables. No veo una imagen definida y sólo percibo los pequeños cuerpos oscuros yendo y viniendo en tejidos indescifrables. Pero sus velocidades parecen las mismas. Eso vuelve su caótico ritmo por demás de hipnótico. Inevitablemente termino vibrando en su misma frecuencia, en sincronía con él.

Hacia la derecha se desprende un camino angosto y bien demarcado. Comienzo a seguirlas de a tres, de a dos, finalmente, una a una. Muchas se mueven armónicamente durante un trecho hasta cruzarse con la compañera que viene de frente, y entonces desaceleran para contactarla. Otras, osadas, rebeldes o desorientadas abandonan el sendero, acaso en la búsqueda de nuevos paraísos que conquistar. Lo que no admite excepción alguna es el sentido de su circulación: las que portan comida van hacia la izquierda, rumbo al hormiguero; las que no, hacia la derecha, buscando el árbol del que sacarán el palito o la hoja que les permita volver.

Ya en la verticalidad del tronco se suceden situaciones asombrosas. En primer lugar: no se caen. Uno las ve todos los días y sabe que es así, pero ¡no se caen! Sobradoramente se abren paso despreciando a la gravedad. Luego lo inesperado: una hormiga se comporta como verdadera estafadora intentando quitarle sus tronquitos a las compañeras que ya bajan cargadas. Lo intenta una vez, dos, forcejeando infructuosamente en cada ocasión. Entonces la duda, unos pequeños pasos erráticos y, finalmente, decisión de subir a trabajar con honestidad. Los minutos se vuelven eternos estando allí adentro, en aquel microcosmos fórmico. Pero yo, en verdad, pertenezco al afuera. Y debo seguir.

viernes, 24 de abril de 2020

All terra

Lo tenés todo y te extraño tanto.
Extendés mi mundo
Expandís mis horizontes
Revitalizás mis músculos, mi sangre.
Me regalás calle, sol y flores. 
La brisa y la música se vuelven una estando con vos
Y el afuera y mis adentros vibran sincrónicamente.

En tu compañía me siento fuerte, autosuficiente
Desde arriba tuyo miro al mundo con jactancia.
Tiempo y espacio se ponen de rodillas 
frente a tu andar rodante.
Tus cadenas me liberan
Y la vida es mágica cuando transcurre
entre pedales, ruedas y rayos infinitos.

domingo, 19 de abril de 2020

Feel good Inc.


Probablemente, la imagen que mejor define mis sensaciones en este momento. Mezcla de melancolía y optimismo. Una caricatura, en una isla, a la que falta una dimensión para ser plenamente. Pero también una guitarra y un castillo ambulante a lo Miyazaki emergiendo con ímpetu entre las nubes que parecen oscurecer el presente. Una melodía que invita a sentirse bien. Y una reminiscencia irrevocable a las mañanas de bicicleta, sol, gorillaz y gente en la calle que ya volverán.

sábado, 18 de abril de 2020

Axolotes

La sensación es tan extraña en este punto. No sé si ubicar primero la "s" o primero la "u". Pero aquella vivencia de mañana de bici en febrero resulta tan reveladora vista en retrospectiva. Y la plazoleta y 2-D. Es tan extraño todo esto. Mover las piernas por más de un minuto y en línea recta. Desplazarse más de diez metros sin parar. Las calles casi vacías. El silencio. Los barbijos cubriendo las emociones contrariadas de las pocas personas que cruzo. Todo digno de un buen libro de Aldous Huxley o una película de Buñuel. Mezcla de ciencia ficción y surrealismo. Las hasta ahora nunca vistas colas en la vereda con sus dos metros de distancia entre clientes. El tiempo que pasa mientras uno disfruta tener que esperar y dilatar el retorno al hogar, más estrecho y hermético que nunca. Y esto pensando en quienes tienen dónde volver. Esa es la herida más lascerante de todas: los que ya debían vivir en un mundo opresor y desdibujado, oscuro y con el peligro a cada vuelta de esquina. Cuánto que falta el calor humano, el abrazo, el cosquilleo de una voz en las orejas. Y cuánto falta la libertad. Ahora comprendo cabalmente los movimientos erráticos y exasperantes de un animal en cautiverio. Ahora somos nosotros los que estamos del otro lado del vidrio, como si axolotes salidos de un cuento de Cortázar nos dejaran adentro, debiendo vivir sus opacas existencias de acuario. Espero tanto el paseo en bici, el viento en la cara, el calor de una mano, la humedad de un beso. Sigo sin lograr definir si ubicar primero la "s" o la "u". Sin lograr precisar si eso que entendí durante aquella mañana de música y bici fue casualidad o causalidad.

Felicidad meridiana

Lo maravilloso es que me dijo "Chau, querido". También la ferretería con el frente cubierto de hojas amarillas y la extrañeza de caminar a tres cuadras de tu casa después de un mes de no hacerlo. Pero sobre todo  el "Chau, querido". Juro que no lo conozco. Y juro que en la vibración de su voz no había frecuencia alguna de indiferencia, conveniencia o cinismo. Eran palabras sentidas. Como la sonrisa que adiviné detrás del barbijo de la cajera del súper. El brillo repentino de sus ojos confirmaba lo que su medio rostro cubierto insinuaba estremeciéndose casi imperceptiblemente. Y uno que necesita tanto esas cosas por estos días. 

Y es que por unos cuarenta y cinco meridianos minutos fui feliz. Y fui feliz con tan poco. Sintiendo caer el sol directamente sobre mi piel y mi pelo, entreteniéndome con los movimientos de las hojas de los árboles, caminando por primera vez una calle olvidada a tres cuadras de mi casa. Podría decirse tranquilamente que estaba en Colombia, Marcos Paz o Nueva Zelanda. Todo era tan nuevo y atractivo y llamativo en esa calle. El ventanal abierto dejando ver el disco "Piano Bar" en la pantalla de la tele fue una caricia adicional. Aunque la primera vez no escuchara nada. Y aunque la segunda vez sólo oyera vagamente un acorde que no logré reconocer.

No puede ser que tras esto no entendamos que la vida pasa por ahí. Por el "Chau querido", por la sonrisa que trasciende el barbijo, por la libertad de andar, por el descubrimiento de un barrio nuevo, de un disco, de un amor. Y después compartirlo con un amigo, mate o birra de por medio.

jueves, 16 de abril de 2020

Ojos de aleph

Desde hace dos noches te erigiste
en custodia de mis sueños
y guardiana de mi carne.
Caracola enrollada a mi lado
me entregaste calor y serenidad,
me regalaste vínculo.
Con sabiduría de milenios me cuidaste
me mostraste el camino.
Y mi noche fue otra,
clara, plácida, renovadora.
Desde entonces siento 

que en la hora del sueño me mirás diferente
con tus ojos de aleph.
Me mirás como con gravidez
Y yo me entrego al descanso
feliz.

sábado, 4 de abril de 2020

El viaje

El viaje es un tanto anárquico. Pero es lícito siempre y cuando no me salga de estas cuatro paredes. Primero salto al enero tucumano, luego a una Rosario diez años más joven, vuelvo a la actualidad de mi barrio y un poco más tarde (o más temprano) también me atrevo a coquetear con el futuro, del que no logro discernir su geografía. En el camino acompaña Aristimuño, de fondo; ese Aristimuño con el que finalmente coincidí después de tanto tiempo. Las luces amarillas de las calles dejan ver el delicado y sutil pelaje de mi gata, circunscribiéndole toda su anatomía. Se ve tan linda con esos detalles dorados embelleciéndole el cuerpo. Me percato de que la luz de la casa de enfrente no es amarilla sino blanca. Y entonces la pequeña gran pregunta: ¿por qué? El dejo folclórico del disco que suena me impregna de sensaciones tucumanas, que recuerdo y a la vez vislumbro. Eso me anima y concibo el primer proyecto concreto, a través del cual logro tirar una línea que se instala en un futuro holgado e irrestricto, donde se respira brisa en la cara y vino norteño y guitarras rasgándose hasta dejar el alma. Un bienestar y como una ligera expansión me invaden. De repente la música se corta y sobrevienen un silbido interno y algunos grillos (y más allá, una melodía imprecisa). Vuelvo al por qué de las luces y este me lleva -acaso inexplicablemente- al "puede ser", tentándome a analizar los pros y contras de llevarlo caprichosamente a uno y otro lado de mi deseo. El aislamiento puede volver sustanciales asuntos otrora triviales. El sonido electrónico (maravillosamente mixturado con el folclórico) de "Ese asunto de la ventana" ya ha hecho lo suyo y también me lleva hasta Björk; pero a aquella Björk de mis años difíciles, haciendo cada vez más variopinto el collage de sensaciones. Hasta que el hambre irrumpe con fuerza arrancándome de mi aventura. Es momento de cocinar. La panza quiere estar llena. Y el corazón, contento.

martes, 31 de marzo de 2020

Debería estar leyendo a Saer

Debería estar leyendo a Saer. Quisiera estar leyendo a Saer. Ahora, en este momento, a las nueve de la noche. Y lo voy a extrañar. Y lo estoy extrañando. Ya se hizo un ritual. Un hermoso y apacible ritual. Es una compañía necesaria. Que me da realmente paz. Y no porque sea Saer. A decir verdad, recién lo estoy empezando a conocer (pero, por el momento, me cae bien). Podría haber sido otro; u otra. Podría haber sido Plá. O mi querido Julio. O Herminia. O Emma. Lo mismo da. En estos días atípicos -tanto como las noches- uno empieza a encontrarse también en situaciones o actitudes atípicas. En mi caso, acaso la necesidad me llevó a recuperarles. A buscarles casi desesperadamente cada noche para conectar con elles porque eso es leer a alguien: es vincularse, establecer una relación. A falta del cuerpo de amigos y amigas, familia y alumnes, las ideas, emociones y sentimientos de quienes escribieron los libros que noche a noche leo, hoy son mi bálsamo, mi paz.

Entonces, no te estoy leyendo (escuchando), Saer, porque hoy la necesidad fue más fuerte que nunca desde que comenzaran estos 15 días. Hoy, si no escribo lo que siento, me voy a morir por dentro. Hoy quiero gritarle a los vientos hasta reventar, aunque sólo quede tiempo en mi lugar. Fue mucho el tiempo guardándolo, siempre con otras “prioridades”. Muchas sensaciones desde entonces. Algunas canciones. La primera fue Imagine. Caminando, a los pocos días de aislamiento por las calles desiertas, rumbo al supermercado, incrédulo, atónito, angustiado. Pensando en si de una buena vez por todas entenderemos que lo que único que realmente importa es compartir con el otro, sin posesiones, en una única hermandad y sororidad. Por supuesto, dirán que soy un soñador, o un cursi. Y tal vez. También pensaba en Promesas sobre el bidet, en los calambres en el alma. En a veces estar tan bien, y a veces tan down. Y luego Harrison cantando que todas las cosas deben pasar. ¿Cuándo pasará esto?

miércoles, 18 de marzo de 2020

Me acuerdo de


Me acuerdo de la forma dulce y pletórica de amor con la cual mi madre me miraba ni bien hube salido de su vientre. (Sigue conservando la misma mirada; yo creo que ella es un ángel, algún ser espiritual perteneciente a otra dimensión, una que no conoce la corrupción).

Me acuerdo de los nervios de mi viejo al intentar agarrarme por primera vez. El estremecimiento de su carne, el temblar de su musculatura. (Jamás pudo traducir esos sentimientos en palabras, espontáneamente, pero yo sé, porque mi sangre es su sangre, cuánto me quiere).

Me acuerdo de cómo amaba a mi señorita Patricia, y de cómo detesté que su embarazo (su hijo creciendo, vaya uno a saber cómo, dentro de su panza) la arrancara y la quitara de mi vida para siempre. (Y por esos días me consolaba comprándome todo en la galletería de la esquina de la escuela).

Me acuerdo de cómo renegué de ciertas decisiones trascendentales en mi vida, puesto que ello equivalía a ir abriendo paquetitos de figuritas, revelándose uno tras otro el contenido de cada uno de ellos. Cada apertura, una expectativa menos, una ilusión descartada, una certeza más.

Me acuerdo de cómo pactamos con mis amigos de la infancia -que serían los de toda la vida-conocernos en algún momento de la escuela primaria. (Previmos las circunstancias, el orden de aparición de cada uno en la vida del otro; fue lo único acerca de lo cual agradecí haber tenido certezas).

Me acuerdo de cuando me presentaron el listado de los amores que tendría a lo largo de toda mi vida. Y de cómo lo hice un bollo y utilicé aquel listado para fabricar una pelota de fútbol casera y ponerme a jugar con mis amigos (pero aquello no estuvo previsto). Nadie hizo ningún gol, pero lo que importaba era ir borrando los nombres con cada patada.

Me acuerdo de la primera vez que me propuse escuchar a los Beatles. Era el disco "Revolver", gentileza de un amigo. Jamás una canción me había conmovido tanto como "For no one".
There will be times
when all the things she said
will fill your head
You won't forget her.

miércoles, 4 de marzo de 2020

Siesta


Me siento en la plaza, frente a Casa de Gobierno. Es la siesta y se respira una tranquilidad pesada y calurosa, húmeda. No obstante somos muchos los que estamos acá saboreándola. Desde los bancos (yo comparto uno con un señor), desde los grupitos sentados en el pasto mientras toman agua o mate, desde el caminar transitoriamente sobre sus baldosas. Veo personas pensando, dormitando, fumando, charlando, besando o abrazando. La vida late serena en el corazón de Rosario. Una parejita se reencuentra sorpresivamente mientras ella le tapa los ojos a él desde atrás. Luego vienen los famosos abrazos de oso y besos como de gorrión. Se les ve tan felices que uno no puede más que alegrarse con ellos. En definitiva, somos parte de lo mismo. Y la humedad en el ambiente se esmera en pegotear lo que tantos pretenden separar.

domingo, 1 de marzo de 2020

Movimiento

Si me inclino suficientemente hacia abajo no llego a ver ni los árboles de afuera ni mucho menos el campo. Me recuesto de tal forma sobre el asiento, que sólo veo las nubes, arriba, lejanas. El rumor de las ruedas metálicas sobre el andén es muy suave, casi un arrullo constante. En tales circunstancias, no tengo forma de percibir el movimiento. Mirar así por la ventanilla es estar quieto. Y puedo detener y hacer andar el vagón con sólo agacharme o volver a erguirme.

Tucumán

San Miguel de Tucumán es nuestra historia, es independencia. Es la Casa Histórica (y no la "casita de Tucumán"). Es las ferias de artesanos. Es las plazas llenas de vida de todos colores, todos los días. Es los naranjos en las calles con sus frutos agrios. Y los lapachos con sus flores violetas, amarillas y blancas en el invierno. Es el omnipresente cerro San Javier observándolo todo desde el oeste. Es la ershe shesbaladiza. Es panchuque y achilata. Meta y pingo. Es 40 grados de calor y humedad en la sombra. Es la calidez humana de las personas. Es los bares increíbles que no encontré en ningún otro lugar (lástima que Managua..). Es la ensaladita de frutas infaltable en cada desayuno y merienda de café. Es deliciosa limonada con jengibre. Es licuado siempre demasiado azucarado. Es base y punto de encuentro para subir y bajar a través de sus valles. Es múltiples culturas e idiomas cruzándose y enriqueciéndose en un hostel. Es vínculos que se tejen. Es Atahualpa cantándole a la luna en los campos de Acheral. Es la "Negra" Sosa estremeciéndote el alma con esa voz infinita. Es sangre de pueblos originarios. Pueblo de Tukma. Es el maravilloso tren. Es caña de azúcar trabajada por obreros que buscan "ganarse la vida". Es el "familiar" que los amedrentaba en los ingenios. Es decenas o cientos de changuitos pidiéndote una moneda en la calle (a esta hora exactamente, hay un niño en la calle). Es las peñas y el folclore latiendo en las venas. Es las empanadas más ricas que probé en mi vida (siempre que no les falte limón). Es las esculturas de Lola Mora. Es mi queridísimo amigo transgeográfico, Charly. Es la paz en la fuente de las tortugas del Lillo. La superpoblación de gente caminando amontonada como "hormiguero pateao'" en el microcentro. Es parte de un pasado hermoso y de un futuro aún mejor (mañana es mejor). Es inacabable. Es volver una y otra vez, como a un primer amor. Es regazo maternal. Mi segunda casa. Una ciudad que amo. "Tucson City". SMT. smt.

viernes, 10 de enero de 2020

Mate

Cierro los ojos y siento una caricia tibia sobre mi mano. En el fondo suena alguna canción de Radiohead y yo estoy sentado a la mesa, trabajando. Doy por sentado que se trata de Maga. Pero no. Abro los ojos y me encuentro cara a cara con el mate. Inmóvil, cálido, apacible. Curioso caer en la cuenta de que ambos tienen una temperatura corporal muy similar. De que ambos están siempre ahí, haciéndome compañía y sin esperar nada a cambio. De que ambos tienen esa virtud que les envidio tanto de llenar de densidad y plenitud el tiempo presente. Procedo a cebarlo y sigo corrigiendo.

jueves, 9 de enero de 2020

Benjamin

Debería leer de una buena vez a Benjamin. Leer sobre esos intersticios de la vida por donde se filtra la tan esperada redención mesiánica. Porque por momentos es lo que siento. Como una ráfaga fugaz de lucidez y serenidad que me atraviesa en tiempo y espacio para después irse y dejarme de nuevo a la deriva, en este mar de sensaciones y emociones variopintas y viscerales, acaso axiales. Círculos, loops, lúpulos y demás derivaciones de la-no-linealidad dan forma al oleaje de mi agridulce errar por el mundo. Y cada tanto recorriéndome el cuerpo esa certeza de no sé qué pero que da una tranquilidad absoluta, ese intersticio por donde se filtra lo que quizá alguna vez.