Me siento feliz. (No
debo temer a este sentimiento, sino alimentarlo y potenciarlo con la elección,
la voluntad y la acción.) Aunque te extrañe, por momentos quizá angustiosamente,
me siento feliz. El fundamento de esta felicidad no soy yo, ni vos, sino nosotros. Porque somos uno y dos a la
vez. Singularidades que, eligiéndose libremente -una y otra vez-, se realizan en la pluralidad
y (se) trascienden en la universalidad del amor.
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